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El agua en el Parque : acuíferos sobreexplotados

Una de las características del Parque Natural Cabo de Gata Níjar, de toda su comarca y prácticamente de todo el litoral provincial es la aridez. Es muy frecuente oír que uno de los sitios, por no decir donde menos llueve de toda la península, es el Cabo de Gata. Esta falta de agua ha favorecido que hasta tiempos muy recientes el espacio del Parque estuviese poblacionalmente, prácticamente, vacío.

Una agricultura, imposible, salvo pequeñas huertas para autoconsumo; una pesca local escasa, unas malas comunicaciones, … es lo que nos describe Juan Goytisolo en su obra Campos de Níjar, y lo que obligaba a las gentes de la zona a tener que buscarse la vida en otros lugares.
Esa falta de presión humana, consecuencia de la falta de agua, es lo que permitió que el espacio se viese libre de amenazas, sobre todo la urbanística, que destrozaron el litoral de otras zonas, y que en el momento en que aumentó la concienciación ambiental hizo que se declarase la zona como Parque Natural, para conservar unos valores, únicos, muy relacionados con la aridez.

Foto: Movimiento de tierras en la Finca del Cambronero © Pilar Gónzalez Carranza
 

Los recursos de aguas subterráneas, al contrario que otras zonas, tampoco son muy abundantes. Las condiciones climatológicas, si bien no tan buenas como las de los Campos de Dalías, que sí eran favorables a una agricultura intensiva, siempre que hubiese agua. El pantano de Isabel II es el testimonio de los intentos en llevar el regadío a los Campos de Níjar en el siglo XIX. En el XX, el Instituto Nacional de Colonización también intentó poner en regadío varios sectores del Campo de Níjar, en este caso con aguas subterráneas, aunque la falta de agua le hizo rebajar sus ambiciosos proyectos. El espacio del Parque, sin agua y con su accidentado relieve, no fue, en general, objeto de grandes proyectos agrícolas, aunque sus zonas más llanas se han ido ocupando por cultivos intensivos, en los que, normalmente, el origen del agua con que se riegan está fuera del Parque.

En Níjar hay dos grandes acuíferos subterráneos (masas de agua según el Plan Hidrológico de las Cuencas Mediterráneas Andaluzas PHCMA). Uno se denomina Campo de Níjar (masa de agua 060.011), el otro Sierra Cabo de Gata (masa de agua 060.056). Este último abarca el litoral desde el Cabo casi hasta Mojácar. Ambos están en mal estado, tanto cuantitativo como cualitativo.

Según los datos del PHCMA, la masa de agua Campo de Níjar tenía unos recursos disponibles de 12,39 hm3, y en el momento de la redacción se estaban extrayendo 31,11 (más del doble de lo que se recarga). El acuífero de Sierra Cabo de Gata solamente tiene unos recursos disponibles de 0,5 hm3, de los que, según los datos del Plan, se estaban extrayendo 0,4. En este último caso, se trata de volúmenes pequeños, para hacernos una idea aproximada: con 0,5 hm3, apenas se pueden regar 100 ha.

El desarrollo urbano y agrícola de la zona ha supuesto la sobreexplotación del acuífero. Las aproximadamente 6.000 ha de regadío y el crecimiento de la población necesitan más de 30 hm3, (con cálculos muy conservadores) que se han ido obteniendo del acuífero, lo que ha provocado el descenso de los niveles y la salinización por intrusión de aguas marinas, aparte de la contaminación química causada por los productos que se utilizan en la agricultura.

 
Foto: Frutales en regadío en Aguamarga © CG
 

La sobreexplotación ha hecho necesario tener que recurrir a otros recursos alternativos: la desalación y las aguas regeneradas (aguas urbanas depuradas). El volumen de estas últimas es escaso, no hay mucha población, por lo que inevitablemente hay que recurrir a aguas desaladas, si se quiere mantener lo que hay.

Con la finalidad de recuperar los acuíferos y mantener a la agricultura y la población de la zona, se construyó la desaladora de Carboneras. Sin embargo, desde que estas instalaciones han entrado en funcionamiento, la situación del acuífero, en vez de mejorar, ha empeorado por el incremento de las demandas y por el incremento de la superficie regada y parece que la situación no va a mejorar.

Aguas de la Comarca de Níjar (CUCN) que es la encargada de gestionar el agua desalada. El resto, hasta llegar a los 42 hm3 , se entrega a GALASA o a las Comunidades de Regantes del Levante.

¿Por qué 24,5 hm3 para riego? Se suponía que el agua desalada iba a servir para acabar con la sobreexplotación de los acuíferos y que por lo tanto los regantes iban a reducir a la mitad sus extracciones y la otra mitad sería agua desalada. Calculando que las necesidades de agua serían 7.000 m3/ha/año, cada Ha necesitaría 3.500 m3 de agua desalada, lo que permitiría abastecer a 7.000 ha.

 
Foto: Olivar en regadío en el Ricardillo © PGC
 

Algunos regantes que solicitaron esas aguas desaladas, debido a su elevado coste, aunque mejores, son más caras que las que se extraen de los pozos, no hacen uso de sus derechos, lo que da lugar a que la CUCN no use los 24,5 hm3 de que dispone y considere que esas aguas, en gran parte comprometidas aunque no utilizadas, pueden ser consideradas como sobrantes, y esté adjudicando su uso para regar nuevas superficies que en un principio no solicitaron aguas desaladas y, por lo tanto, sus propietarios no pueden ser considerados como comuneros.
Pero no solo eso, dentro de las aportaciones de agua a esas nuevas superficies, en algunos casos no cubren la mitad de las necesidades de la explotación, sino toda la necesaria.

La desaladora tiene una capacidad de 42 hm3, de estos 2,5 son para el abastecimiento urbano del término municipal de Níjar y 24,5 para la Comunidad de Usuarios de Aguas de la Comarca de Níjar (CUCN) que es la encargada de gestionar el agua desalada. El resto, hasta llegar a los 42 hm3 , se entrega a GALASA o a las Comunidades de Regantes del Levante.

¿Por qué 24,5 hm3 para riego? Se suponía que el agua desalada iba a servir para acabar con la sobreexplotación de los acuíferos y que por lo tanto los regantes iban a reducir a la mitad sus extracciones y la otra mitad sería agua desalada. Calculando que las necesidades de agua serían 7.000 m3/ha/año, cada Ha necesitaría 3.500 m3 de agua desalada, lo que permitiría abastecer a 7.000 ha.

 
Foto: Frutales en regadío en Aguamarga © CG
 

Algunos regantes que solicitaron esas aguas desaladas, debido a su elevado coste, aunque mejores, son más caras que las que se extraen de los pozos, no hacen uso de sus derechos, lo que da lugar a que la CUCN no use los 24,5 hm3 de que dispone y considere que esas aguas, en gran parte comprometidas aunque no utilizadas, pueden ser consideradas como sobrantes, y esté adjudicando su uso para regar nuevas superficies que en un principio no solicitaron aguas desaladas y, por lo tanto, sus propietarios no pueden ser considerados como comuneros.

Pero no solo eso, dentro de las aportaciones de agua a esas nuevas superficies, en algunos casos no cubren la mitad de las necesidades de la explotación, sino toda la necesaria.
El ámbito de la CUCN, en la actualidad, va más allá del Campo de Níjar, para hacernos una idea: los invernaderos que están por encima de Retamar, en el municipio de Almería, o los que vemos cuando salimos de Retamar para ir a Cabo de Gata, se riegan con agua de la CUCN.

Esto ha supuesto que, por ejemplo, dentro del Parque se haya trasformado en regadío, en la zona de Aguamarga, una finca de unas 100 Has plantando frutales de hueso, con agua de Carboneras aportada por la CUCN, cuando existía el compromiso por parte de la Consejería de que el agua no iba a entrar en el Parque para llevar a cabo trasformaciones en regadío. Hay que tener en cuenta que la trasformación en regadío es una de las actividades más impactantes que se pueden llevar a cabo en un territorio, impacto que se ve multiplicado en zonas áridas como la nuestra, en la que se trasforma no solo el paisaje sino todos los ecosistemas relacionados con escasez de agua. ¿Se le ocurre algo más contrario al paisaje y a los ecosistemas del Parque que los cultivos en regadío? Y para colmo, estos regadíos, en su mayoría, son bajo plástico, lo que ocasiona un problema mucho mayor.

 
Foto: Balsas para regadío en el Ricardillo © PG
 

Pero esto no solo afecta al Parque, sino también a su entorno. Todos vemos que en los límites del Parque se instalan cada vez más invernaderos, hasta el punto de que ya está prácticamente rodeado, y esto es un peligro para la conservación de los ecosistemas del Parque que, al verse aislados, pueden tener muchos problemas para mantenerse. El último proyecto era el de poner en regadío 260 ha en la finca de El Cambronero, una de las pocas zonas esteparias que quedan en los límites del Parque y en la que aún podemos ver aves típicas de ese ecosistema. Pues bien, los más de 2 hm3 necesarios para esta transformación se esperaba que fuesen aportados por la CUCN.

El agua desalada debe de servir para garantizar la continuidad de un modelo de agricultura familiar que ha permitido que muchas familias de empresarios agrícolas pequeños y medianos tengan unas condiciones de vida dignas y que no se vean obligadas a emigrar a otros lugares. Si se quiere seguir ampliando la superficie en regadío, se debe considerar que en el Campo de Níjar, en los antiguos sectores de colonización, aún quedan terrenos que se podrían ocupar, es más, se debería apostar por sacar los invernaderos del Parque y trasladarlos a estas zonas, esto permitiría un pequeño desarrollo de la superficie invernada, aunque consideramos que si se mejoran las estructuras, es decir se modernizan los invernaderos, se podría incrementar la producción sin necesidad de aumentar la superficie, lo que evitaría impactos ambientales. Pero no son precisamente los agricultores pequeños y medianos de toda la vida los que quieren ampliar sus superficies de cultivos, en este caso se trata de grandes empresas, algunas de ellas con la etiqueta de “ecológicas”, las que se están instalando en los Campos de Níjar, incrementando la superficie regada, la demanda de agua, por no hablar de las condiciones de vida de los trabajadores de algunas de estas explotaciones, y poniendo en peligro el modelo de agricultura familiar al que, si no se toman medidas, puede dejar sin agua, o elevar los costes de esta a tal punto que impida la rentabilidad de las explotaciones pequeñas y medianas.

José Rivera, Grupo Ecologista Mediterráneo