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Noticias y breves

 

Muere el paisaje

Uno de los lugares que más enamoran es el entorno del Playazo, la zona del palmeral… Respirar el silencio, en ocasiones roto por el levante, meciendo las copas de las palmeras... mirar hacia arriba… ver el azul entre las ramas…

Su tiempo se acaba, “el picudo“ está devorando uno de los lugares mas emblemáticos de nuestro “parque sobrenatural”.

Y este solo es un ejemplo de otros muchos, no hay más que darse un paseo para comprobarlo.
El escarabajo no es el único que está terminando con las palmeras; las administraciones competentes también son responsables por no tomar cartas en el asunto de una vez, poniendo remedio a esta barbarie.

Los unos por los otros, la casa sin barrer.

Unos, que si medio ambiente, otros, que si agricultura, otros, que el propietario de la finca. Nadie hace nada, nadie nada con las vecinas chumberas, nadie nada con las pitas que es nuestro agave, afectado también por otro picudo.

Muere el paisaje delante de nuestras atónitas caras y la sensación de impotencia, tristeza y rabia crece cuando vemos que en otros lugares están curando sus palmeras hace años, lugares donde “la cifra de palmeras taladas ha bajado un 50% en un año y prácticamente el 60% de las palmeras enfermas son salvadas”.

Aquí ni se talan, es el paraíso del picudo...

¡Qué desafortunado Parque Natural el nuestro, donde prosperan contradicciones y especies invasoras matando a su paso sin freno alguno! Pongan remedio.

Encarna Morales

Foto: Palmeral del Playazo © EM
 

Para Ángeles, in memoriam

 

En 1987 pasé con mi familia las primeras vacaciones estivales en Agua Amarga. Su tranquilidad, sus aguas límpidas y su autenticidad nos cautivaron. En aquella ocasión, una mujer en la cincuentena, con una presencia física poderosa y unos ojos tan claros como la luz de la mañana en la playa de Agua Amarga, nos instaló en unos apartamentos en los que añadiríamos unos días a nuestra estancia prevista. Era Ángeles.

No podía adivinar en aquel momento que, casi treinta años después, podría conocer de su propia voz el relato de su vida, sus carencias en la infancia y su lucha por sacar adelante a su familia en un medio hostil y abandonado, al que le hizo frente con sus manos como única herramienta.

Foto: Ángeles Méndez Gil © Milena Monti
     

Hoy, cuando la tristeza de su despedida, uniéndose a las tres testigos de aquella época que le han precedido y que hemos recogido en el grupo de mujeres de Yo no fui a la escuela, nos conmueve, es el momento de reivindicar de nuevo a esta generación de luchadoras cuya memoria hemos intentado honrar y preservar. Descanse en paz.

Carmen Sanz Pardo