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Viaje literario por el Parque

Sería imperdonable no dedicar uno de nuestros paseos literarios a una de las plumas más novedosas del acervo cultural del Parque. Nos estamos refiriendo a Carmen de Burgos, mujer, modernista, ama de casa, maestra, periodista, escritora, amante y compañera del escritor vanguardista, famoso por sus greguerías, Ramón Gómez de la Serna . Nació en Rodalquilar, (1876) y aquí pasará largas temporadas estivales durante las dos últimas décadas del siglo.

En 1900 publica su primera obra: Ensayos literarios, prologada por Antonio Ledesma, y al año siguiente se traslada a la Corte. Su fama de novelista y periodista aumenta al amparo y protección de personalidades de la época: políticos (Romanones, Moret), escritores (Ramón, Blasco Ibáñez, Villaespesa, Juan Ramón Jiménez, Cansinos Asséns), médicos (Gregorio Marañón). Desde 1906 permanece próxima a los círculos literarios madrileños, oficiando de protagonista con sus tertulias y su rica sensibilidad despierta a todos los temas que el modernismo proponía.

Desde entonces pertenece al mundo cultural de Madrid. Será la primera mujer redactora en un periódico de tirada diaria (Diario Universal), donde tenía una sección fija sobre temas relacionados con la mujer “Para la Mujer” y otra “Para los niños”. Pero ya, en fecha tan temprana, 1904, había publicado una encuesta sobre el divorcio y dos más sobre el derecho a voto de la mujer. Se jactaba, orgullosamente, de haber sido la primera mujer en España que fue corresponsal de guerra, enviada a Marruecos por El Heraldo de Madrid. Esta participación activa le llevó a la presidencia de la Liga Internacional de Mujeres Ibéricas e Hispanoamericanas.

Mediante sus traducciones se divulgan la obra del modernismo inglés de Ruskin, las ideas socialistas de A. Bebel, el romanticismo delicado de Leopardi, o la obra del poeta suicida Gerard de Nerval. De entre las novelas de esta época destaca Los inadaptados (1909), ambientada en Rodalquilar. A la vuelta de uno de sus viajes, (en este caso desde Argentina), el alcalde de la capital instó a los almerienses a ofrecerle un recibimiento multitudinario en el puerto, hasta tal punto era ya reconocida como escritora por sus paisanos.

Ilustración: © Manuel Muñoz

El balance de su obra alcanza a más de diez novelas, casi cien cuentos, cientos de artículos y ensayos, libros prácticos y traducciones. Además de pronunciar numerosas conferencias que toman como centro de reflexión a la mujer y su problemática (La mujer en España, 1906; Misión Social de la Mujer, 1911), que culminan con un ensayo titulado La Mujer moderna y sus derechos, (Valencia, 1927). De su obra se han reeditado los siguientes títulos: Mis mejores cuentos (Sevilla, 1986), Los Anticuarios (Madrid, 1989), Los inadaptados (Granada, 1990), Puñal de Claveles (1991) y La Flor de la playa y otras novelas cortas (Madrid, 1989).

Sobre su vida merece interés la edición por Federico Utrera de Memorias de Colombine, la primera periodista,(1998) y los esfuerzos editoriales de la Diputación de Almería al publicar varios estudios sobre su obra, como el reciente ensayo Mujer y feminismo en la obra de Carmen de Burgos, “Colombine” (2000).
Todo este preámbulo era necesario para presentar su novela Puñal de Claveles (1931), inspirada en el trágico crimen acaecido en 1928 en el entorno de El Cortijo del Fraile. La noticia tuvo repercusión nacional y desde las páginas del ABC el mismo Lorca se informa y encuentra en el suceso los elementos necesarios para llevar la historia al teatro. El resultado será la tragedia: Bodas de sangre, (1932). Lo más importante de ambos textos es que ninguno quiere ajustarse a la verdad de los hechos y se recrean en un final acorde con sus intereses literarios .

Carmen de Burgos escribe, lo que hoy llamaríamos, una novela rosa, de tinte costumbrista, de corte roussoniano y regeneracionista, al servicio de la libertad de la mujer. Por ello encuentra la inspiración del tema (la nueva pareja consigue embarcar, rumbo a Argelia y no hay “sangre”) en el triunfo de la libertad y el amor. Frente a Lorca que considera la fuerza del amor como eje de la tragedia y de la “sangre”. En ambos, sin embargo, un hilo sutil los conecta y es su admiración por la valentía de esa mujer que primero se rebela a aceptar su destino y después decide libremente su futuro, saltando por encima de los convencionalismos sociales (la fuga ocurre la noche previa a la boda).
Colombine aprovecha el relato para recrearse en unos paisajes tan queridos y de gratos recuerdos, asociados a su infancia, pero también para defender y justificar la postura de la protagonista, al proyectar su propia experiencia personal (su condición de madre separada y su marcha a Madrid), como reveladora de una vida nueva, libremente escogida. Se detiene minuciosamente en descripciones físicas que van desde retratos de personajes, especialmente relevante el de la protagonista, hasta pequeños detalles relacionados con la construcción del Cortijo, los utensilios de cocina o el ajuar de la novia. Todo esto dota de realismo a la obra. Pero hay más.

Merece interés la idealización constante y la ternura proyectadas sobre el entorno del Cortijo, aunque en aras del suspense, sobrevuele un tono misterioso e incluso tétrico, que roza con la novela gótica. Pero siempre la autora se esfuerza en minimizar el drama, en justificar la actitud de Francisca Montes, en definitiva, en bendecir la nueva unión, pues simboliza la mujer nueva por la que tanto estaba luchando. Las cualidades físicas (belleza) y morales semejan a las descripciones de mujeres de los cuentos de hadas: Cenicienta, Blancanieves, pero con la resolución de la mujer moderna que puede cambiar su destino, liberándose de la servidumbre a la tradición heredada. Vista desde este ángulo representa un nueva heroína (de ámbito provinciano) que continúa la tematización de un ser mujer al estilo de Madame Bovary, Ana Ozores, etc... pero con la ventaja “rosa” del final feliz.

El final feliz que la misma Carmen de Burgos experimentó cuando se proclamó la segunda república, pues tenía puestas todas sus esperanzas en el ideario republicano socialista, con unos claros objetivos educativos y desde sólidas bases pedagógicas que, en afortunadas palabras de Juan Ramón Jiménez, se llamó ética-estética. Su obra, sin duda, está al servicio de la ética-estética del regeneracionismo y su vida entregada a la causa de la mujer a través de su entusiasta militancia en el Partido Radical Socialista. Cuando muere en 1932 pronuncia las siguientes palabras: Muero feliz, porque muero dentro del pleno triunfo republicano ¡Viva la República! Quizás fue motivo suficiente para que cayese sobre su obra el silencio y el olvido de la última historia literaria.

Miguel Galindo