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Viaje
literario por el Parque
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Sucesivos veranos, entre
1992 y 1999, vieron su sencilla figura, salir
y entrar de las aguas; pasear sus brazos desnudos,
portando lo necesario para resistir a la canícula
(una barra de pan y periódicos para desayunar).
La calle Sorbas de Carboneras sabe de su cadencia
silenciosa, de quien sabe pisar con delicadeza
y respeto. Como si el verano fuese una estación
más, un alto en la derrota, parada obligada
desde la que seguir creciendo («Arena y
algo más»):
Que su afán nos proteja,
su insistencia que invita
a comenzar sin fin.
Ángeles Mora tiene
ya una obra poética en marcha cuando, por
afinidades electivas, arriba a nuestras costas
durante los largos y calurosos meses de julio
y agosto. Después sus obligaciones académicas
la devuelven, plateada, cual sirena renacida,
de radiante mirada y con un bagaje de lecturas
y creaciones, que se le amontonan durante meses,
a la ciudad-madre de la Poesía: Granada.
Amante del Parque y sus
gentes, amablemente seleccionó para nosotros
una serie de poemas escritos en Carboneras, en
concreto a los pies de la Torre del Rayo. De ellos
hacemos una presentación y publicamos,
inédito, el titulado «Dos sombras
marinas».
Aclaremos que los poemas pertenecen a diferentes
libros y algunos han sido reescritos aquí.
Me limitaré a una breve presentación
de cada uno y pondremos de relieve los motivos
inspirados desde este rincón privilegiado,
situado al noreste de la bahía, entre el
farallón de la montaña que cae al
mar y La Puntica, zona conocida como playa del
Ancón . Con la mirada poética proyectada
sobre el paisaje que se le ofrecía -aguas
azuladas, horizontes calcinados, atardeceres rosa-,
desde el balcón de la vivienda (propiedad
de otra poeta amiga, Teresa Gómez), Ángeles
Mora ha ido encontrando estímulos y motivos
suficientes de inspiración, cuyo tema central
podríamos denominar: el mar y la transfiguración.
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Quien haya vivido cerca
del mar y gustado de sus transformaciones (luces,
colores, movimiento,...) reconocerá esta
promesa de amor: siempre te ven mis ojos. Así
construye esta serie de instantáneas, escritas
en Carboneras, que podrían formar parte
de una sección intitulada Vicentinas, pues
corresponde a Vicente Aleixandre la inspiración
emotiva del conjunto. La unidad temática
viene dada por la progresión sentimental
del personaje que gozosamente sufre cada año
el encuentro con este rincón de nuestra
costa. La imagen del «Paraíso»
pertenece a Sombra del paraíso, uno de
los libros más leídos del poeta
sevillano, y A. Mora le rinde un homenaje en este
poema titulado «Paraíso perdido»,
que evoca una instantánea de encuentro
y abandono. Si por un lado el título señala
al entorno natural que se goza, también
dice lo que duerme y calla en el recuerdo y en
el sueño. Lo que tiene de gozoso pertenece
al paraíso (playa de la Galera, Torre del
Rayo, playa del Ancón) descritas como sombras
provocativas; por otro lado, lo que tiene
de perdido es el tiempo que fluye y nos alcanza
(«Paraí-
so perdido»):
Trepando por la espuma y por las rocas
como una sombra líquida,
reverberando mar, tu mar y de piratas, (....)
nadando ahora.
El segundo poema lo preside
un poeta del mar, Paul Valèry, quien en
Charmes (1922) incluye el famoso poema Cimitière
marine, de donde Ángeles toma el conocido
verso: «La mer, la mer toujours recommencée»,
que cumple una función de divisa ilustrada,
pues el título que ella escoge es «Arena
y algo más». Este «algo más»
es precisamente la enseñanza que encierra
el mar: la inocencia de los niños jugando,
la paz al atardecer, «su lección
de humildad», concluye la poeta.
El tercer poema, «Última playa»
es un ejemplo de unidad didáctica (rasgo
de estilo, propio de su maestría). La descripción
sensorial insinuada se confunde con la sentimentalidad
experimentada en un aquí y ahora concreto
que desemboca en una lucidez de orden trascendente:
el tiempo, el amor, el sol y el mar girando incesantes
anuncian la confesión transfigurativa («Última
playa»):
Siento
Que soy parte del sol que te acaricia
En esta última playa del otoño.
«Azul marino» indaga en el tiempo.
El reencuentro con las cosas y el Parque en su
estado primigenio favorece este ir y venir del
yo: de las cosas a la conciencia, de la naturaleza
al corazón. En este movimiento, similar
al del mar, encuentra otro motivo de transformación
necesaria que ayuda a superar la derrota ante
el tiempo, siempre adelante («Azul marino»):
muerden mis olas
tu corazón sombrío.
la entrega bajo la constancia de una naturaleza
ante la que sólo cabe abandonarse al sueño
o a la muerte(«Azul Marino»):
Un año más
¿un año menos?
en estas quietas horas frente a ti
me imagino durmiendo
en tus aguas amargas para siempre.
Publicamos, inéditos,
los poemas titulados «Dos sombras marinas»,
por lo que puedan reflejar y permanecer en la
memoria de quienes conocieron el rincón
montañoso, realismo singular de la bahía
de Carboneras, farallón natural que lo
protege de los vientos del noreste (y otros vientos
levantiscos). En su loma blanqueaba solitaria
una vivienda conocida como el «Chalet de
Endesa» (vivienda-comedor para los primeros
ejecutivos de la compañía, actualmente
pertenece a su director D. Rafael Tapias). La
soledad blanquecina de la construcción,
acomodada en la ladera de la montaña, dorada
por el ocaso y bañada por las azuladas
aguas, explica por sí misma el título.
Ángeles se presenta como una pintora de
marinas, con la sola caligrafía traza el
retrato del encuentro entre civilización
y barbarie, es decir entre desarrollo y sostenibilidad.
Mientras el primer poema («Poca cosa»)
presenta en alto las espadas, en tensión,
como se observa en la carga expresiva del adverbio
«todavía»(«I, Poca cosa»):
Pero ella brilla sola todavía
Asomada al azul,
Perdida como un barco
En el acantilado.
Este final paradisíaco
(brilla, sola, al azul, perdida) preludia la segunda
parte: «En la sombra» donde se certifica
la derrota ante la civilización. La amenaza
de fuerzas poderosas («cerca, lejos, / al
margen de tu vida») le revelan a la conciencia
poética la futilidad del intento por cantar/salvar
lo inevitable.
Miguel Galindo
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DOS SOMBRAS MARINAS
I
POCA COSA
Sentada
en la terraza veo el mar,
oigo el mar que parece acercarse,
bravío, con el viento,
llamado por la sombra de las rocas.
Rompe en ellas su ilustre cabeza
mientras la tarde cae boca abajo
y la noche no llega.
En este momento el mar tiene
más luz que el cielo.
Detengo mi mirada en una casa
triste y blanca
alzada sobre el precipicio.
Ya tiene dos farolas encendidas
queriendo iluminarla.
Pero ella brilla sola todavía
asomada al azul,
perdida como un barco
en el acantilado.
Tan poca cosa como yo
asomándome
al frío.
II
EN LA SOMBRA
Todo
se mueve
alrededor o dentro,
cerca, lejos,
al margen de tu vida.
Sin que tú digas nada,
aunque cierres la boca
o grites o protestes.
El mundo puede prescindir de ti.
Ajeno te tritura
igual que hace
la digestión un pez.
Ángeles
Mora
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