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El murciélago

Uno de los animales más desconocidos por la gente, y que más desconfianza genera, es el murciélago. Como siempre, sus costumbres nocturnas, su extraña anatomía y las muchas leyendas, novelas y películas en que se les relaciona con vampiros, condes dráculas y chupadores de sangre del mundo gore en general; les han formado un halo de misterio que infunde temor al, fácilmente impresionable, ser humano. Sin embargo, este ser que parece un ratoncillo con alas, este pequeño mamífero aviador, inventor del radar, es totalmente inofensivo, se alimenta de insectos nocturnos y para nada molesta a las personas ni a sus intereses.

En nuestro Parque viven varios tipos de murciélagos. El murciélago común (Pipistrellus pipistrellus) es el más abundante y el más pequeño, con un pelaje de color pardo oscuro, hocico poco prominente y orejas redondeadas.

Permanece oculto durante el día en grietas y huecos de paredes, desvanes, bodegas, aljibes, túneles, minas o cuevas; de donde sale al atardecer. Se orienta en la oscuridad valiéndose de su ecolocación. Suele permanecer aletargado en el invierno.

 

Foto: Murciélago mediterráneo de herradura, © Indalo de Oz

 

Se alimenta fundamentalmente de insectos como polillas, mariposas y escarabajos. El periodo de celo tiene lugar al principio del otoño y, tras la cópula, la fecundación del óvulo se retrasa hasta la primavera siguiente, manteniendo la hembra almacenado en su útero el esperma del macho. La gestación dura entre 40 a 60 días. El parto de una sola cría, que nace bastante desarrollada pero sin pelo, suele ocurrir a finales de mayo. Las crías son amamantadas unas tres semanas.

Pero el común no es el único murciélago que tenemos a nuestro alrededor. Menos abundante es el murciélago mediterráneo de herradura (Rhinolophus euryale Blasius), algo más grande que el común, del que se diferencia por la forma de la silla, por el tono rosado del interior de sus orejas y porque, al estar en reposo, sus alas no cubren el cuerpo entero sino que dejan al descubierto las cabeza y el pecho. También podemos encontrar cerca de nosotros ejemplares de murciélago ratero (Myotís myotis) con el cuerpo más grande que los anteriores, entre 6,5 y 8 cm., alas y orejas anchas, y parte ventral blanca o grisácea.

Los murciélagos no suelen ser cazados por otros animales, muy raramente lo hace la lechuza y alguna rapaz diurna; por lo tanto, y para no variar, es el hombre el máximo responsable de su disminución. Los murciélagos no soportan bien las visitas de humanos a sus refugios. Las visitas turísticas o deportivas a las cuevas están afectando gravemente a muchas colonias. Otro problema son los pesticidas, que disminuyen sus presas y se acumulan en su organismo hasta producirles la muerte.
Como siempre, nosotros somos el problema y el peligro. Los murciélagos tienen mucho más que temer de nosotros que nosotros de ellos, así que tratemos de ser solidarios con nuestros pequeños vecinos, que son los únicos mamíferos que pueden desplazarse por el aire y orientarse en la oscuridad, cualidades que ya querríamos para nosotros los humanos, siempre dependientes de complicados aparatos que suplan nuestras limitaciones.

Mariano Torrero