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El paisaje: un recurso renovable en peligro

El paisaje es mucho más que un decorado, es el fundamento de la identidad de un pueblo y de una región, un patrimonio cultural, ecológico, social y económico. En el Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar este recurso es especialmente valioso porque es el principal atractivo para el turismo. Las degradaciones perjudican tanto a la naturaleza como al desarrollo de sus habitantes y empresarios.

Ya en 1981 un libro del recordado González Bernaldez, “Ecología y Paisaje”, nos había abierto los ojos sobre la importancia de preservar el paisaje, nuestro paisaje, como un bien valioso no solamente por cuestiones estéticas. Existen razones que trascienden el aspecto sentimental o emocional del paisaje y que obligan a adoptar acciones firmes de defensa y protección de este fenosistema.

La Convención Europea del Paisaje lo define como “un componente esencial del entorno en el que viven las poblaciones, expresión de la diversidad de su común patrimonio cultural, ecológico, social y económico y, a la vez, fundamento de su identidad”.

Foto: Valle de Los Escullos © AP
 

Por tanto, para esa Convención, el paisaje no es un “lujo” para el disfrute de privilegiados, sino un elemento fundamental para el bienestar individual y colectivo. Se trata de un recurso no renovable, frágil y sometido a cambios muy drásticos. La participación en la planificación y gestión del paisaje es un derecho y una responsabilidad de todos, no solamente de las autoridades.

España ha ratificado el Convenio Europeo del Paisaje, CEP, (26-11-2007) y su entrada en vigor el 1 de marzo de 2008 supone asumir compromisos y cumplir objetivos en materia paisajística. Ni el Estado ni las Comunidades Autónomas han hecho nada hasta la fecha en orden a proteger, gestionar y ordenar el paisaje, como determina el CEP.

 

El medio natural en España constituye el 90% del territorio nacional y comprende el 80% de los municipios. En él reside aproximadamente el 35% de la población española. En el medio rural se encuentra la mayor parte de los recursos naturales del país y una parte muy significativa de su patrimonio cultural. Este medio acoge los espacios naturales protegidos y la Red Natura 2000.

Es la extrema complejidad de la definición de paisaje la responsable de la dificultad para alcanzar unas garantías mínimas de preservación del paisaje, porque en su percepción están involucrados factores sociales, económicos y culturales. Además, la diferente sensibilidad o gusto estético puede despertar sentimientos diferentes e incluso encontrados ante un mismo paisaje.

No obstante, las agresiones continuas que sufren nuestros paisajes no permiten demorar más las acciones imprescindibles para evitar la banalización y agresión paisajísticas. Al no contabilizar hasta ahora el paisaje en términos económicos, no hemos internalizado la valía de este recurso natural y cultural; “solo el necio confunde valor y precio”, y en el no aprecio del paisaje parece que lo que decía Machado está sucediendo en nuestro territorio. Hasta que no encontremos la forma de que el paisaje sea un sujeto y no un mero objeto, un objetivo a perseguir en la gestión sostenible, no habremos avanzado nada.

La postura de las Administraciones, como casi siempre, es todo menos coherente. Un ejemplo: la Consejería de Turismo de Andalucía promociona campos de golf, resorts, puertos deportivos y establecimientos hoteleros, responsables muchos de ellos de la artificialización cuando no destrucción de paisajes naturales. Sin embargo, la publicidad de la Junta de Andalucía exhibe siempre paisajes andaluces prístinos y no urbanizados, playas vírgenes y bosques frondosos.

El landscape inglés o el paysage francés parecen ser siempre meras referencias románticas o sentimentales, más que patrimonio natural y cultural a conservar. Ni siquiera en las Evaluaciones de Impacto Ambiental se toma en serio la necesidad de no agredir el paisaje o de restaurarlo una vez concluida la actividad.

Es lo que ocurre con las canteras y explotaciones mineras a cielo abierto; muy pocas veces la empresa extractora devuelve el territorio al estado en que estaba antes de la extracción. Los boquetes inmisericordes en nuestras montañas vienen a ser el paisaje habitual de los trayectos en coche, así como la orla de basuras y de cartelería publicitaria en el extrarradio de pueblos y ciudades. En ambos casos, la irresponsabilidad y el descuido son la pauta del comportamiento de muchas personas, empresas y Administraciones.
Existe una morfogénesis natural que va modelando el paisaje, pero las actividades mineras, agrícolas, urbanísticas, de obras públicas,... impiden o destruyen esa evolución natural de los paisajes. El resultado: un territorio cada vez más agredido, artificializado y amenazado. Los paisajes necesitan ser ordenados, gestionados y protegidos, si no queremos acabar con una seña de identidad fundamental de sociedades cultas y sensibles.

Esta labor ha de realizarse no solamente con los paisajes naturales, que cuentan ya con figuras de protección, sino también con los rurales y urbanos, mucho menos apreciados. España es el país europeo donde se ha dado una mayor destrucción del patrimonio edificado anterior a 1950; la tabla rasa no se ha parado en paisajes vírgenes y la conurbación y crecimiento de las ciudades ha machacado suelo y paisaje, casi siempre de manera ya irreversible. El olvido del paradigma de la ciudad mediterránea compacta y el afán por la segunda residencia están detrás de la pérdida de suelos valiosos.

El Convenio Europeo del Paisaje firmado en Florencia hace 9 años no deja de ser un conjunto de buenos propósitos sin implicar un revulsivo en las prácticas y políticas de gestión del territorio. El deseo de “integrar el paisaje en las políticas de ordenación territorial y urbanística y en sus políticas en materia cultural, medioambiental, agrícola, social y económica, así como en cualesquiera otras políticas que puedan tener un impacto directo o indirecto sobre el paisaje”, no pasa del estadio de los escritos (o soportes informáticos), sin que los propósitos virtuales se traduzcan en compromisos reales.

 
   

Fotos:
San José © AP
Basura en Aguamarga © AP
Cultivos cerca del Cortijo del Fraile © AP
Basura cerca del Cortijo del Fraile © AP
Las Negras © AP
Cerca de Cala Higuera © AP
Escombros en La Isleta © AP
Basura y publicidad en Aguamarga © AP
Cultivos en El Playazo © AP
Obras en El Playazo © AP



 
   

El Observatorio de la Sostenibilidad en España acaba de publicar un magnífico estudio, “Patrimonio natural, cultural y paisajístico. Claves para la sostenibilidad territorial”, que desvela y analiza las presiones y transformaciones ocurridas en los últimos años en España. El Informe presenta el patrimonio (lo que podemos entender como paisaje) como algo más que un recurso, como un factor de identidad y de cohesión territorial y social, convirtiéndolo en un elemento especialmente relevante para progresar decididamente hacia la sostenibilidad.

Este estudio desvela que las dinámicas más preocupantes por pérdidas de valores paisajísticos en España se concentran actualmente en tres tipos de áreas: coronas metropolitanas, litoral turístico (sobre todo el Mediterráneo) y los espacios de la agricultura intensiva, tanto del litoral como de la Depresión del Guadalquivir. En cuanto a paisajes de especial valor, en España se reconocen 55 paisajes protegidos y un paisaje cultural, reconocido patrimonio mundial: el de Aranjuez.

La especulación urbanística es el problema (social, medioambiental, cultural, económico y político) más grave de España, aún más indignante cuando sabemos que nuestro país es el que posee dentro de la Unión Europea mayor riqueza de ecosistemas, hábitats y especies naturales:
Por la destrucción del territorio, del medio ambiente y del patrimonio sin precedentes en el mundo.
Por el aumento desenfrenado de consumo de recursos y de emisiones de CO2 y el consiguiente efecto en el cambio climático y con la proliferación de modelos como el golf resort, paradigma de insostenibilidad.

En Andalucía, según la valoración que hace el Informe, las políticas de paisaje permanecen dispersas y sus consecuencias difuminadas, incapaces por ahora de cambiar la tendencia creciente de pérdida de valores ecológicos, culturales y estéticos en la mayor parte del territorio regional. El paisaje no es un objetivo preferente en las políticas territoriales, cuando de “desarrollo económico” hablamos, fetiche al que se subordinan todas las demás consideraciones.

Nada menos que una “simbiosis” entre el capital natural y el cultural es lo que ambiciona este estudio; la verdad es que nos quedaríamos satisfechos si consiguiéramos una coexistencia pacífica o, incluso, un pacto de no agresión entre ambos.
Una herramienta poderosa para restablecer este equilibrio sería el “pago por servicios ambientales” para compensar a los conservadores del patrimonio natural y propietarios del capital cultural, o sea, aquellos que utilizan sosteniblemente los recursos naturales y conservan la biodiversidad.

También iniciativas como la de “custodia del territorio”, con gran tradición en el mundo anglosajón, empiezan a extenderse en nuestro país, recompensando a los que guardan y protegen espacios de biodiversidad y pagando sus servicios ambientales.

Daniel López Marijuán
Ecologistas en Acción Andalucía

* * *

Desprotección del paisaje en el Parque

Estas consideraciones sobre el valor del paisaje nos parecen muy oportunas, para reflexionar sobre su aplicación en el Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar, y tendrían que haber sido una de las referencias principales en la elaboración del nuevo PORN, que se ha aprobado en 2008.
Pero como ya hemos denunciado, la Junta de Andalucía ha hecho caso omiso a la petición de que se proteja el valor paisajístico del Parque en el nuevo PORN. Al contrario, aparecen zonas C3 en lugares donde ha habido degradaciones de todo tipo, que abren la puerta a fines urbanizadores. También aparecen cultivos intensivos de regadío en las zonas C1 y se legalizan urbanizaciones ilegales de enorme impacto visual. A esto se suman los atentados al paisaje que representan escombros de obras, cubos de basura desorganizados, residuos, de distinta índole, tirados en muchos lugares del Parque y despropósitos varios a la hora de diseñar rotondas, elegir farolas o instalar señalizaciones sobredimensionadas.

Las fotografías que ilustran este artículo muestran diversas degradaciones, que no tendrían que tener lugar en un Parque Natural. Esperamos que sirva de llamada de atención. La conservación del paisaje es una asignatura con muchos deberes pendientes en este Parque.

Amigos del Parque

Foto : Rambla de Cortijos Las Negras © AP