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El roquero solitario

Como su propio nombre indica, este curioso mirlo azul es tímido y solitario. No es fácil que un Monticola solitarius, como se le conoce en medios científicos, se deje observar de cerca mucho tiempo. Enseguida se oculta de los intrusos, y encontrar su nido no es tarea fácil.

En época de reproducción su plumaje es gris azulado en el cuerpo y negro pizarroso en alas y cola. El resto del año, el azul pierde intensidad al mezclarse con numerosas plumas parduzcas. La hembra es de color pardo azulado por encima y rayada por debajo, formando ondas pardas sobre un fondo más claro. Los jóvenes son grisáceos y pardo oscuros. Los ojos del roquero solitario son marrones y el pico largo, delgado y negro.

El roquero puede verse, casi siempre solo, en roquedales, acantilados marinos, canteras y construcciones abandonadas, y viejos castillos, que abundan en el Parque. Para el roquero es bueno cualquier sitio que tenga una buen panorámica desde donde observar el Mundo en soledad y paz.

Pese a su fama de solitario, a veces se encuentran dos o tres parejas anidando en la misma zona, y es que el roquero puede ser solitario pero no hay que tacharlo de antisocial. Nuestro roquero no necesita un territorio muy amplio para alimentarse. Se desplaza corriendo por las rocas con gran facilidad y desde su atalaya, casi siempre la misma, vigila el suelo; siempre al acecho, lanzándose con rapidez para capturar cualquier insecto, pequeño reptil o ratoncillo que se ponga a la vista. En los acantilados costeros de nuestro Parque podemos verlo picoteando pequeños moluscos y crustáceos entre las algas.

El canto del roquero, lejos de lo que podíamos pensar por su nombre, no es una dura canción rockera, sino una corta y agradable melodía, emitida en un tono más alto que el del mirlo, con el que tiene bastante parecido. A menudo vuela alto y canta repitiendo su monótona melodía, pero cuando se alarma cambia su canto por sonidos menos agradables.

La construcción del nido, en esta zona, comienza en abril. Eligen un agujero en un muro o una grieta en un cortado para hacer el nido con hierba seca, forrado de hierbas más finas.
La puesta es de 4 a 5 huevos, de cáscara azul claro manchada con pequeños puntos rojizos, y suele producirse en mayo. La hembra incuba los huevos durante unos 15 días. Los pollos son alimentados por ambos padres y a los 16 días abandonan el nido y quedan entre las piedras hasta que aprenden a volar 7 u 8 días después.

El roquero solitario está extendido por todo el sur de Europa, aunque parte de la población más septentrional emigra al norte de África para invernar, donde también hay ejemplares que viven permanentemente.

En fin, este mirlo azulado, este roquero solitario que, como otros rockeros de melena y guitarra, habita nuestro parque, es un incansable cantante, celoso de su intimidad, amigo del sol, de las buenas vistas y de la libertad.

Aunque el roquero solitario no es una especie en peligro de extinción, sí está en peligro, como muchos cantautores, de no ser comprendido. Este roquero no necesita focos ni escenarios para cantar su melodía y lucir su brillante traje azul; este roquero necesita altura, calor, paz y horizonte.

Mariano Torrero