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Viaje literario por el Parque

Quizás sea Iceberg el libro de poemas más estimado por su autor, Benjamín Prado (Madrid, 1961). Recibió el XXIII premio «Ciudad de Melilla» y se editó en el 2002 (editorial Visor) con una portada-retrato de Prado dibujada por Joaquín Sabina. El libro se organiza en cuatro series que semejan un viaje a la frialdad del hielo flotando en el océano, simbólicamente el iceberg en que el poeta ha convertido su corazón.

Pero antes, tres magníficas etapas. Nos interesa la tercera: Fuera de casa, donde se encuentra el poema que reproducimos en este número. Lleva por título Playa (Cabo de Gata, Almería), ocupa también el tercer lugar de los seis; hay otros sumamente valiosos que nos permiten comprobar la conciencia del poeta sobre las amenazas que se ciernen sobre el Parque (y más allá sobre el planeta). Su acento épico es notorio y su poesía es contenciosa, agitada, inquieta, inconformista. El tono se ajusta al motivo y el poema que comentamos sirve de ejemplo para observar la emoción lírica, contenida y rebelde.


Foto: Playa de Genoveses, © MA
 

La extraña sinestesia (mezcla de sensaciones y de cualidades), líquido (agua) y color de animal (puma), adquiere todo su sentido si observamos que abre y cierra el poema como bandera resistente al paso del tiempo: «Miro». La acción ya está situada en un presente continuo, concienzudamente dilatado por el desarrollo del poema en los siguientes versos: veo, antes, después. Esta reflexión temporal, mientras la mirada se subyuga ante una puesta de sol en el Cabo de Gata, no se deja arrebatar hacia un lirismo sentimental, sino que encuentra la fuerza y la garra que la imagen del puma le presta al color del mar, bañado por un sol rojo que se ahoga en el horizonte: el color del puma. Precisamente un felino de los más ágiles, con piel de tonalidad rojiza, de procedencia americana, lugar hacia donde el sol se aleja, no sin antes anegar de rojo las aguas y el mar del Cabo de Gata.

Estos mágicos crepúsculos incendiarios permiten varias lecturas; la que nos presenta Benjamín Prado responde a una mirada reflexiva que no se deja arrebatar por la maravilla del atardecer, antes bien se mantiene felino y resistente en la costa, mirando la playa con ese extraño color: color del puma. Asociar esa tonalidad salvaje a ese momento distancia al poeta de lo contemplado y al mismo tiempo encuentra la energía dinámica y depredadora que emana de esa luz que ya es color salvajemente animal.
Estas transformaciones paradójicas se repiten en otros momentos del poema, por ejemplo: «la espuma… desierto», «el mar... un reptil»; o bien al revés: «piedras que son/ ojos», «semillas, huesos», hasta las hiperbólicas: «pirámides deshechas,/ mundos vacíos». Todo esto determina un universo poemático marcado por la destrucción de lo natural, una historia consabida, «huellas», «fragmentos» de una isla descifrada.
Ante este espectáculo, la propuesta de Prado queda clara, también el título del libro y el homenaje a estas aguas incendiadas, por su defensa de un hombre firme y reflexivo que encuentra aquí y canta «una porción resuelta del destino».
No carece de significado que el primer poema con que encabeza la última serie, titulada precisamente Iceberg, represente todo un himno asumido por una conciencia ecológica: Verde. En forma de letanía, el poeta expresa su maldición hacia esa parte de la sociedad que mantiene una actitud depredadora con la naturaleza. Sin duda, Lorca y, sobre todo, Alberti laten detrás de ese estilo formado por palabras que cortan como las agujas heladas del iceberg, como el frío de la madrugada. La poesía, antes que adormidera, es conciencia que dice: miro, veo, pienso –antes, después- vuelvo a mirar. Y Benjamín Prado, quien lo escribe.

Miguel Galindo Artés

 

* * *

PLAYA
(Cabo de Gata, Almería)

Miro la playa del color del puma.

Veo piedras que son
ojos,
semillas,
huesos,
pirámides deshechas,
mundos vacíos.

Antes,
miré las olas
y la espuma traía su desierto nevado
y el mar era un reptil interminable.

Después,
veré tus huellas
y serán
cada una un fragmento de isla descifrada,
una porción resuelta del destino.

El sol se ha vuelto rojo.

Miro la playa del color del puma.

Benjamín Prado