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Calas de Almería: De Cala Higuera a La Amatista

Calas de Almería está escrita e ilustrada por Mario Sanz Cruz, farero y escritor. Es una guía de las calas del levante almeriense dividida en 7 rutas. Las rutas empiezan en Cabo de Gata y terminan en el límite con la comunidad de Murcia, siguiendo toda la costa del Levante de Almería. Calas de Almería intenta ser, además de una guía, un pequeño tratado de historia de nuestras costas; por lo que además de los mapas, consejos, advertencias y recomendaciones habituales, se incluye un poco de historia, naufragios, leyendas, anécdotas, etc. Os presentamos aquí la ruta de Cala Higuera a La Amatista.

Empezamos esta ruta desde la carretera que viene de San José y el Pozo de Los Frailes, tomando a la derecha el desvío para Los Escullos. Seguimos la carretera, que enseguida se convierte en pista, dejando la pequeñísima barriada de Escullos a la izquierda, que ya visitaremos a la vuelta, y continuamos hasta la cercana zona del Embarcadero, donde antiguamente se realizaban embarques de esparto, palmito y otros productos. Al lado izquierdo, todavía en la zona de duna fósil, encontramos una agradable y arenosa cala de unos 40 metros de largo, bastante protegida y buena para el baño.

 
Fotos:
Cala en la zona del Embarcadero © MS
Cala de la Piedra Galera © MS
 

En el lado derecho, las Calas del Embarcadero, con arena y piedras, se distribuyen alrededor de la Punta del Esparto.
Esta es una zona tradicional de buceo, donde yo hice las prácticas, hace muchos años, con el Club Crised, de Almería, y donde se siguen haciendo este tipo de actividades.

Naufragio. En 1921, naufragaba en la cala del Embarcadero el pailebot “Celso Caldeira”, cargado de madera labrada, muriendo en el accidente el contramaestre y dos marineros.

Tras la Punta del Esparto, está la Cala de la Piedra Galera, con buena zona para dejar el coche y acceso directo y sencillo. La cala es amplia, pero la arena escasea, prevaleciendo la gravilla. Al lado derecho hay varios escollos oscuros. Los fondos son muy rocosos y con praderas de posidonia.
Desde aquí, aunque con piedras y desprendimientos, la pista empieza a ascender rápidamente por la ladera del cerro de Los Frailes, separándose cada vez más del mar, por lo que el acceso a las calas que hay a sus pies, se hace progresivamente más largo y escarpado. El camino principal se puede hacer en coche, con dificultades, hasta cerca de la Torre de Cala Higuera, donde se corta.

La primera cala que encontramos abajo es Cala Chica, rocosa y abrupta, a la que no aconsejaría bajar.

La segunda es Cala Grande, rodeada de altas paredes verticales, partida en dos y con mejores orillas para el baño, pero con un camino de bajada bastante más largo, de unos 500 metros, en empinada y abrupta cuesta.
La pista principal sigue ascendiendo, pasamos Loma Pelada y encontramos una cantera de mineral blanco, que parece en funcionamiento, y poco después las ruinas de un edificio de dos plantas, a la izquierda.

Naufragio. En 1927 embarrancaba, a causa de la niebla, en la punta de Loma Pelada el vapor francés “Henry Desmorais”, cargado de gasolina.

 

A partir de ahí, las siguientes calas son Cala Cortada, la Cala de las Hermanicas con la punta del Sombrerillo a su izquierda y la Cala del Tomate, que son lugares de una belleza salvaje, pero de accesos tan largos y complicados que sólo es recomendable para coleccionistas de paisajes y sensaciones, en buen estado de forma.

Una buena opción es hacer el recorrido desde la Cala de la Piedra Galera hasta Cala Higuera, a pie, apreciando los impresionantes paisajes que nos ofrece la altura de la pista. El recorrido de ida tiene 6,5 km y es duro pero bello.

A Cala Higuera puede accederse en coche, por el otro lado, desde la primera rotonda de entrada a San José, tomando el camino a la izquierda, durante 1, 9 km.

Un poco de historia. La Torre de Cala Higuera se construyo en 1767, sobre el cerro del mismo nombre, a 224 m de altura, dominando los fondeaderos de San José y los Genoveses; a la vez que la Torre de Vela Blanca y financiada por el mismo contador, Francisco Pepín González.
Se mantuvo en buen estado de conservación con la dotación de un cabo y dos torreros hasta principios del siglo XIX. En 1847 se encontraba totalmente ruinosa, después de sufrir un incendio.
Hacía 1960 la torre fue enajenada y vendida a un particular. Su estado actual de conservación es bastante malo, estando aparentemente abandonada y deteriorándos
e.

Volvemos hacia Los Escullos y paramos tras pasar la enorme ruina del antiguo cuartel de la Guardia civil, cerca del Castillo de San Felipe. Delante de estas dos edificaciones se extiende la gran duna fósil, erosionada caprichosamente por el viento y el mar.
Muy cerca del castillo, justo delante del “Chaman”, se puede bajar por la roca, a una pequeñísima calita de arena, con aguas más que cristalinas, que seguramente habrá servido para culminar, con broche de oro, más de un ligue veraniego, y para refrescarle las ideas a otros, menos afortunados, tras una noche de copas.

Fotos:
Camino de bajada a cala Grande © MS
Punta de Loma Pelada © MS
Camino hacia Cala Higuera © MS
Cala Higuera desde arriba © MS

Un poco de historia. El Castillo de San Felipe se construyó en 1771, bajo las órdenes del arquitecto Francisco Ruiz Garrido y financiado por Bernabé Gómez Corbalán, a cambio de dos patentes de capitán de caballería, para él y para su hermano. Este fue el último castillo que se levantó dentro del plan de defensa de la costa del Reino de Granada, en la época de Carlos III.
La guarnición original estaba compuesta por un oficial, 2 cabos, 15 soldados de infantería, un capellán, un cabo artillero, 2 artilleros y un guarda almacén de artillería. Su capacidad era de 6 cañones de 12 a 24 libras, pero únicamente se le doto de dos piezas. El castillo entró en el siglo XIX en buen estado, defendiendo su tramo de costa de los piratas berberiscos. Tras la guerra de la independencia se llevaron los cañones de bronce, quedando el fuerte desarmado y abandonado.
En 1991, fue restaurado por la Junta de Andalucía, quedando en el buen estado en que se encuentra actualmente. Se abre en verano para diferentes actividades culturales; siendo muy típicas y recomendables las exposiciones de escultura del artista alemán Ulli Butz.

Cruzando la mini barriada de Escullos, llegamos a la Playa del Arco, una playa con acceso directo desde el lugar de aparcamiento y desde los hoteles que se encuentran pegados a ella, por la derecha. La playa es amplia y arenosa aunque se mezcla con pequeñas piedras en algunas zonas. En su lado derecho, esta limitada por el final de la duna fósil, a la que aludíamos antes, donde podemos ver curiosas formas producidas por la erosión, entre ellas el arco que le da nombre.
Es una buena playa en un entorno natural, pero la cercanía del Camping y el acceso demasiado fácil, la hace estar bastante concurrida; lo que unido, en verano, al personal que amanece en ella tras una noche de copas en la “Haima”, que está justo detrás, la convierten en una playa con menos encanto del que podría tener.

Naufragios. Frente a las costas de Escullos, se ha encontrado un pecio que se supone son los restos de la fragata de la Armada española “El Águila”, desaparecida en 1745.
En 1875, naufragaba en la misma zona el vapor inglés a hélice “Caledonian”, cargado de algodón.
En 1892, a causa de la niebla, encallaban frente a Escullos, los vapores ingleses “Valencia” y “Persian”; el primero cargado de naranjas y el segundo de algodón y harina. El “Persian” lograba ser puesto a flote, mientras el “Valencia” se perdía totalmente. La escritora Carmen de Burgos, nacida en Rodalquilar, recuerda este suceso en algunos de sus relatos.
Dos años después naufragaba, en la misma zona, el bergantín goleta español “Isabelita”.

Para continuar nuestra ruta, salimos a la carretera que viene de San José y tomamos a la derecha, en dirección a La Isleta del Moro, tomando, poco después, la primera salida a la derecha que anuncia esta pequeña población. Poco antes de entrar a La Isleta, cuando hemos recorrido algo menos de 3 km. desde Escullos, vamos a salir a la izquierda, en la zona de aparcamiento de la Playa del Peñón Blanco. Esta playa, a pesar de estar muy cerca de la población, desde la que se baja por una curiosa escalera en su lado derecho, es una playa cómoda y tranquila, sobre todo fuera de la temporada turística. No es una playa demasiado grande, pero es buena para el baño, arenosa y progresiva. Delante del lugar habilitado como aparcamiento hay una peña que sirve de mirador hacia la playa, que queda unos metros más abajo. A su izquierda, el pequeño Peñón Blanco, que le da nombre, emerge de la arena gris.

El pueblecito de La Isleta del Moro merece una visita. Toda la parte antigua está cubierta de casas blancas de pescadores. En la plaza hay un antiguo lavadero y una micro iglesia blanca. También resulta curiosa la imagen de las barcas de pesca, varadas en las playitas que hay delante de la población, especialmente en la de la derecha, que es más amplia. Frente a las casas sale una pequeña y elevada península, que continúa con una isleta, separada de la península por un pequeño brazo de mar. Un pueblo muy bonito y pintoresco, que ha perdido una pequeña parte de su encanto por la gran cantidad de casas clónicas que se han hecho en su parte alta.

Desde La Isleta continuamos el camino, volviendo a la carretera principal y girando a la derecha, en dirección a Rodalquilar. Cuando hemos avanzado 1,2 km. desde el cruce de la Isleta, encontramos una pequeña explanada a la derecha, donde vamos a dejar el coche. De ahí, junto a un mojón de cemento, sale un camino que va a la Cala de los Toros o del Toro. Al principio es un camino cómodo y no muy pedregoso, que discurre suavemente entre palmitos y otros arbustos. Después, el camino se estrecha y empieza a bajar algo más escarpado entre una sorprendente agrupación de pinos y palmeras, siguiendo el curso de un pequeño arroyo, que incluso tiene zonas de cañaverales. La Cala de Los Toros está a unos 700 metros de donde hemos dejado el coche.

 
Fotos:
Rocas erosionadas en la Playa del Arco © MS
Playa del Peñón Blanco © MS
Cala de Los Toros © MS
Vista desde el Mirador de La Amatista © MS
 

El encanto de esta cala está en la zona de poblada vegetación que tiene justo detrás, ya que sus orillas están llenas de bolos y piedras gruesas, y sólo en algunas partes de la orilla tiene un acceso aceptable.

Al salir de la pequeña explanada donde hemos aparcado, tomamos la carretera a la derecha y a unos 800 metros está el Mirador de La Amatista, donde podemos disfrutar de impresionantes vistas de toda la zona que acabamos de visitar, a la derecha, y del cerro de Los Lobos y la punta de La Polacra por la izquierda. En este lugar hay un Punto de Información, donde Jaime nos atenderá y aconsejará sabiamente sobre lo que podemos visitar por los alrededores.
Desde el espectacular Mirador de La Amatista hay unos 2,5 km. a Rodalquilar, a través de un cambio de rasante que da vértigo, sobre todo en dirección contraria.

Mario Sanz Cruz
Guía “Calas de Almería”