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Los efectos sobre la salud de la contaminación lumínica

La contaminación lumínica altera el ritmo biológico de los seres vivos, al disminuir el necesario periodo de oscuridad, y altera el descanso de las personas hasta producir serios problemas de salud.

La Naturaleza tiene su ciclo día-noche, y en el ser humano como en otros seres vivos, lo natural es vivir de día y dormir de noche porque así lo marca su ritmo circadiano, el reloj biológico humano que regula las funciones del organismo para que sigan un ciclo regular que se repite cada 24 horas, y que coincide con los estados de sueño y vigilia. El sueño y la vigilia están asociados a los estímulos de luz, que el cerebro asocia con una mayor actividad fisiológica, mientras que, en la oscuridad, se inhiben estas funciones. Para mantener un buen estado de salud es necesario que el sistema circadiano funcione correctamente.

Fotos: Colocación correcta del alumbrado. Ejemplos de otros municipios. © JMJ
 

Varios factores influyen en este ritmo, uno de ellos es la luz. En la oscuridad se produce una hormona llamada melatonina, cuyo papel es el de inducir al sueño; cuando la luz entra en los ojos, deja de segregarse y es más difícil de conciliar el sueño. Sin embargo, las funciones de esta hormona van más allá de informar al organismo de la llegada de la noche, sino que además se ha descrito como un agente antioxidante, inmunoestimulante y reductor del desarrollo de determinados tipos de cáncer. Cualquier luz por la noche hará que la producción de melatonina baje, pero la luz blanca, que contiene más tonos azules suprime esta producción aún más.
Cuando la luz va hacia un lugar donde no es necesitada ni querida, como el interior de las viviendas, se convierte en una agresión a los vecinos, los cuales ven alterado su necesario descanso. Además, una sobreiluminación en las calles propicia la realización de actividades nocturnas no necesarias que pueden resultar, a su vez, molestas por su contaminación acústica.

 
Fotos: Farola instalada exactamente en un balcón. San José © JMJ
Este vecino de San José se protege con una sábana © JMJ
 

Basta con observar las poblaciones de nuestro Parque para detectar emisiones de flujo luminoso en intensidades, direcciones u horarios innecesarios para la realización de las actividades aconsejables en la zona, instaladas con la mejor intención de los responsables, pero sin adoptar medidas para proteger el interior de las viviendas. Ilustramos este artículo con unas cuantas fotografías obtenidas en un breve paseo por algunas calles de San José; de haber realizado una exploración más exhaustiva hubiésemos obtenido muchísimas más.

La exposición a la luz proveniente de la calle entrando por la ventana durante la noche interrumpe este ciclo. Esto provocará fatiga e insomnio y otros problemas de salud como: deterioro cognitivo, envejecimiento acelerado, algunos tipos de cáncer y síndrome metabólico, todo un conjunto de factores de riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, entre los que se incluyen hipertensión arterial, colesterol alto y diabetes tipo 2.

 
Foto: La sobreiluminación propicia el botellón en San José. © JMJ
Pistas deportivas iluminan el interior de las viviendas © JMJ
 

En nuestro Parque, por su clima cálido y poca variación térmica entre el día y la noche, en el verano hace falta refrescar las viviendas para poder dormir y lo más natural es hacerlo como toda la vida, dejando entrar la brisa fresca del mar por las ventanas abiertas. Si además de la brisa se cuela la luz no hay más solución que cerrar la ventana y poner el aire acondicionado, lo cual va a generar problemas de salud y medioambientales.

Claro que hay otra solución: alumbrar con responsabilidad, es decir, iluminar estrictamente las zonas en las que la luz sea imprescindible; evitar la sobreiluminación y hacerlo en los horarios en los que tenga sentido; suprimir o reducir la actividad nocturna en las instalaciones que requieran gran iluminación al aire libre, como las pistas deportivas, lugares de ocio, carteles publicitarios, etc. y prohibir su instalación cerca de las viviendas.

En todo caso es imprescindible evitar la intrusión del alumbrado público en el ámbito privado, regulando una distancia mínima y la altura de las luminarias a las ventanas o puertas de los edificios y elegir el tipo de lámpara más apropiado, teniendo en cuenta el espectro de emisión, resultan más recomendables aquellas que reducen la banda del azul.

En definitiva, los ayuntamientos con competencias en este Parque Natural y las autoridades medioambientales deberían adoptar como medidas prioritarias la lucha contra la contaminación lumínica y acústica, porque se propicia el descanso y se potencia un turismo sostenible y de calidad.

Juan Manuel Jerez