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Vida natural

Invitación a la responsabilidad

Por la orilla del Playazo, desfilaban un grupo de turistas, encabezado por un guía. Este cogió una bolsa de plástico del agua y la lanzó fuera, aullando: “¡se podía haber muerto quien inventó el plástico!” Su séquito le aplaudió, luego se detuvieron, se quitaron los zapatos de plástico, bebieron de las botellas de plástico, que sacaron de las bolsas de… sus ropas deportivas, sus cremas, perfumes, tintes… olían a toxicidad.

¿Hay algún espacio natural que no merezca respeto? Los residuos generados por un consumo compulsivo terminan desechados inevitablemente en algún lugar. A veces dicen que limpian estos lugares, que se lo llevan a otro lugar, no sé, supongo que más lejos, aunque no sé lejos de dónde, o de quién, porque lo que se aleja de un sitio, se acerca a otro.

En Groenlandia el cambio climático va a sacar de las profundidades la base militar Camp Century construida por EEUU durante la guerra fría, bajo el hielo, 4.000 kilómetros de túneles horadados, con oficinas, gimnasios, bares, capilla… y toneladas de residuos tóxicos, 200.000 l de diesel, 240.000 de agua contaminada, un reactor nuclear, almacenaje de cabezas nucleares…

El deterioro ecológico parece imparable; zonas del planeta son utilizadas como minas, devastándolas, otras como vertederos, contaminándolas. Los recursos energéticos y materiales se agotan, cambia el clima y la naturaleza no restablece su equilibrio, no se regenera a la misma velocidad.
Los poderes económico y político dominantes, aferrados al capitalismo, dibujan el mapa de la desigualdad entre países, razas, personas, géneros. Omiten la gravedad de la situación y mantienen el tema fuera del conocimiento público.

Fotos: Basura en El Playazo © Martina

Es necesario cambiar la orientación del funcionamiento social, aceptar el decrecimiento, la reorganización del trabajo, luchar contra la acumulación de riqueza y aplicar el principio de suficiencia. El poder nos empuja en una dirección que destruye el entorno y a nosotros mismos. Pero hemos crecido; venceremos la incomodidad y actuaremos responsablemente, o simplemente sufriremos las consecuencias de caminar como zombis cazando pokemons, carentes de valores, despreocupados de la violencia social y la destrucción de la naturaleza.

Esta es una invitación a ser capaces, fuertes, vitales. Si no queremos encontrar residuos a cada paso, la lógica nos dice que debemos dejar de usarlos; no vayamos a ser tan ingenuos y a creer que desaparecen bajo tierra o quemados. Los herbicidas, los detergentes no se esfuman por arte de magia, al cabo de unos días. La búsqueda compulsiva de placer a toda costa es fuente de devastación, destruye lo que nos da la vida. No es el discurso que nos gusta, pues aquí hay verdadero trabajo que hacer y las culpas y responsabilidades no recaen fuera de nuestra persona. Mientras los residuos crecen, resulta difícil mantenerlos “lejos” de la visión y eso es desagradable, incómodo.

El contenido de las bolsas de residuos delata de lo que no somos capaces de prescindir, hasta qué punto somos esclavos de las grandes empresas, de su publicidad, de sus productos tóxicos, adictivos, de un sinfín de cosas totalmente innecesarias. Adquirimos productos que destruyen la salud y el medio ambiente, alienados, sin actitud crítica y autodominio, vencidos, encontramos argumentos para eludir nuestra responsabilidad.

Hoy el mar, el viento y la tierra nos los devuelve y eso no nos gusta. Nadamos entre residuos, respiramos un aire contaminado y comemos alimentos tóxicos; mientras nuestra salud y nuestro entorno se deteriora, nos preguntamos embotados, por qué no somos felices, pensando en qué nuevo gusto nos podemos dar. Parecemos perdidos, alejados de la calma y el contento.

Fotos: Basura en El Playazo © Martina

Una cadena de decisiones personales basadas en la valoración de la vida y del espacio cohabitado, pueden invertir el proceso de agresión y devastación. El trabajo es realmente incómodo porque todo nos empuja en otra dirección. Pero ¿queremos ser empujados? Ser críticos y tomar nuestras propias decisiones nos hacen más libres, más sanos, felices, y nos une. Las grandes superficies ponen a nuestra disposición un parking inmenso desde el cual se accede a un espacio lleno de productos envasados, bien ordenados; es realmente un espectáculo, toda una puesta en escena. En su interior encuentras casi de todo y barato, puedes comprar una lechuga por 60 céntimos. Tienes que andar con cuidado y leer unas letras pequeñas que te informan de sus ingredientes, pues muchos de ellos son tóxicos y adictivos. Es raro por qué la compra resulta a la vez fácil y complicada. Pero no vas, hace ya tiempo que sabes que una lechuga vale más, que el agricultor tiene derecho a ganarse el sustento con su trabajo.
Los productos de la multinacional Montsanto de la Bayer están en los estantes de los principales supermercados, se trata del gigante mundial de pesticidas y plantas genéticamente modificadas. La autoridad competente en antibióticos de Francia ha criticado que el maíz genéticamente modificado produce una toxina con un gen que otorga resistencia a los antibióticos. Miles de cajas fueron retiradas del mercado en Canadá y Francia después de la investigación de la revista "60 millions de consommateurs" después de asegurar que Tampax, Alway y otras marcas de toallas femeninas podían contener residuos altamente tóxicos, entre ellos herbicida glifosfato.

Estas son algunas de las marcas que trabajan con Montsanto: Coca-Cola, tés Lipton, Nescafé, Eko, Pantene, Axe, Dove, Rexona Timotei, Dash, Skip, Patatas Pringles, Doritos, queso Philadelphia, Findus, Maizen... como vemos abarca toda la gama de productos.

Fotos: Invernadero © Martina

Nos vamos acostumbrando a poner la confianza en nuestras instituciones. Ellas retirarán lo que es nocivo, como también se encargarán de la gestión de los residuos… da un poco de risa, sí, sí, ellos harán lo que nosotros no somos capaces de hacer por y para nosotros mismos y nuestros hijos.
Invirtamos la dirección, resistamos, seamos coherentes, recordemos en cada adquisición optar por productos de proximidad, no envasados, ecológicos, comprar lo necesario, elegir los materiales naturales como la madera, el algodón, la lana, el metal… que no dificultan en la misma medida la regeneración de la biosfera. Algunos dirán que son artículos de lujo. Ya está bien de mentiras, repartamos la riqueza y habrá para todos. Recuperemos el sentido de lo necesario, está al alcance de todos, así es el planeta, aunque muchos se hayan apoderado de lo que es de todos.
Valoremos los productos que tenemos delante: lata de Pepsi, botella de Coca-Cola, bolsa de patatas, pizza envasada, productos de limpieza, cremas, piensos para animales, dvd, móviles, impresoras, pinturas, muebles, pinzas para pelo, gafas, medicamentos, máquinas, alimentos procesados, envasados, bolsas, recipientes de plástico… y hagamos un consumo responsable.

Ante la nevera de la tienda familiar, ves tres quesos: uno sin envase, otro envasado en plástico, otro cremoso en tarrina, aditivos, producción ecológica… tú eliges, puedes seguir diciendo que pagas impuestos y que venga el municipio a recoger, limpiar y llevar todo bien lejos de…

Fotos: Colchón en el Parque © Martina

O puedes actuar.
Y, soñando por un momento: imagínate lo que pasaría si tu acción consciente se juntara con la de otro... y otro y luego otro... hasta que se formara una colectividad capaz de cambiar leyes, hábitos de producción y consumo, y así, en la senda del decrecimiento y con los límites de un mundo finito, conseguir objetivos que solos nos parecen inalcanzables.

Reivindiquemos juntos, soñemos juntos, logremos juntos el cambio... Ahora.

Martina